lunes, 1 de octubre de 2007

El detective mutilador - Parte 2


Los diminutos y frágiles dedos doblaban con sumo cuidado la servilleta de papel. La mano derecha, pese a tener cuatro dedos, era muy habilidosa. Con cada nuevo pliegue, la servilleta iba tomando forma. Se asemejaba cada vez más a una pequeña rana. Una vez finalizada, la dejó sobre la mesa y se cruzó de brazos. La expresión de su rostro era de verdadero orgullo. Era una rana realmente bonita. Ahora solo quedaba probar su habilidad. El dedo índice se acercó a la figurita y le apretó el trasero hacia abajo. Al levantar el dedo, la rana saltó, como queriéndose escapar del muchacho. Una brillante sonrisa brotó en su rostro. El reloj de pared indicó, con un ligero tintineo, la medianoche. La realidad golpeó la sensación etérea que experimentaba el chico. Corrió hacia su cuarto, al interior de su cama. Ruidos de llaves, gritos ebrios, pasos que se aproximan,… Los ojos del muchacho reflejaron la crueldad del momento. Con tres dedos sería mucho más difícil hacer ranas de papel.

El detective Carrasco abrió sus vidriosos ojos. Se secó el sudor de la frente con la manga de la camisa. Cogió la botella de whiskey que había sobre la mesa. Los tres dedos de la mano derecha se desenvolvían bastante bien al abrir el tapón. Una vez abierto, bebió un largo trago hasta absorber la última gota. La mirada de Carrasco se centró en su mano mutilada y no pudo contener el impulso de arrojar la botella vacía contra la estantería de enfrente.

Los primeros rayos del día empezaban a entrar por los huecos de la persiana.

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